El asalto casi nos tomó por sorpresa. Jarrick y Quarry, nuestros guías, lograron avistar la avanzada concediéndonos el tiempo necesario para rodear por el bosque evitando la emboscada. Nuestro avance era lento y las carretas se movían con excesiva dificultad obstruidas por las raíces de los árboles y la tierra suave.
El tiempo de ventaja no duró lo que esperábamos. Quarry regresó desde la retaguardia para darnos el terrible aviso de que nuestra estratagema había sido descubierta y los trasgos nos daban cacería en rápido avance.
Jarrick por su parte se adelantaba lo más posible para reconocer el terreno y localizar el punto más propicio para volver al camino que nos acercase a Paradero, con la precaución de no advertir a nuestros enemigos de nuestra posición. Con el paso del tiempo, nuestra ventaja disminuía junto con nuestras esperanzas de sobrevivir.
Pronto volvimos al camino, justo cuando los aullidos de los wargos de batalla y los gritos de guerra de los orcos y los trasgos se escuchaban a corta distancia tanto del bosque como del camino. Ahora la carrera por llevar a los peregrinos a un lugar seguro adquiría un paso acelerado. La batalla no tardaría en comenzar.
Formamos un cerco de protección a la retaguardia de la peregrinación, Jarrick y Quarry muy a su pesar y deseos de combatir fueron instruidos a ser mensajeros de nuestra calamidad y solicitar refuerzos a Paradero. Sus caballos eran los más rápidos de los que íbamos, además de que el peso que cargaban resultaba ser el más ligero.
La batalla comenzó y nuestros más fieros hermanos empuñaron sus lanzas contra la avanzada que con hachas, lanzas y flechas trataban de abatirnos para lanzarse en pos de las pertenencias de los peregrinos. Pronto se verían superados en número y a pesar de contener lo más posible al enemigo pronto las filas de orcos y trasgos continuaron su avance dirigiéndose hacia nosotros.
- ¡Continúen! - Nos ordenó el capitán de la guardia, aferrando con fuerza las riendas de su montura y empuñando su lanza en dirección al enemigo - Sin importar que suceda, protejan a los viajeros, ¡Cumplan con su deber como hermanos de la Orden!
- Debemos darles tiempo para llegar a Paradero - Me indicó Pía, una de las más eficaces curanderas y una maestra en el arte de la guerra - Nos iremos separando en grupos pequeños, causando el mayor daño posible sin descuidar nuestro deber.
Pronto la estrategia del capitán de la guardia y Pía comenzó a cubrir su alto precio, nuestros hermanos estaban rodeados por grupos de trasgos y orcos mientras seguían asediando al contingente cuya fuerza militar se veía poco a poco superada.
Mi deseo de pelear y rescatar a mis hermanos de la Orden me incitaba a entrar en batalla, pero mi deber era con los peregrinos, los viajeros, aquellos a quienes juramos proteger, aquellos que debían llegar a salvo a su destino.
El caballo de Pía cayó herido de muerte y pronto ella era rodeada por un grupo de orcos al igual que aquellos que habían quedado atrás. Todos dando una batalla digna de las más grandes canciones, todos luchando por el juramento al cual todos estaban dedicados a honrar.
¡Micah, Lodge! Nuestro turno - Dije en voz alta indicando a mis compañeros que era nuestro turno en batalla - El resto sabe que hacer.
Dirigí a mis compañeros como una barrera que con las lanzas al frente impactó de lleno en los trasgos que se adelantaban, continuamos la marcha hasta llegar a Pía a quien subí a la grupa de mi caballo y saqué del grupo que la rodeaba. Después de tomar cierta distancia y bajo la protección de Micah y Lodge Pía me indicó detenerme. Rápidamente bajó de mi caballo y se apartó sin descuidar su guardia. En un momento se arrodilló al suelo y empuñó su espada al suelo.
"Compañero de armas, tiempo atrás en batalla perdido,
Espíritu noble de compromiso eterno, esperando por un nuevo aliento.
Aporta tu fuerza en esta batalla, bajo mi guía encarna de nuevo,
Se instrumento de la victoria, te llamo, tu deber cumplir una vez más ruego"
La voz de Pía entonando esa oración en el lenguaje en que nuestros libros están escritos adquiría en cada frase una resonancia que se palpaba el ambiente. Frente a ella un círculo de un halo dorado se manifestó surgiendo a partir del punto donde su espada tocaba la tierra. La luz brillaba y se movía como la niebla por la mañana y signos sagrados de nuestras escrituras danzaban dentro del círculo. Poco a poco se condensaban y levantaban como el polvo en un remolino de viento.
El relincho de un caballo surgió del círculo, pero su voz resonaba sobrenatural por completo, el polvo la luz dorada se condensaban hasta formar una silueta equina, y en pocos segundos uno de los caballos más hermosos que haya visto en mi vida estaba frente a Pía, equipado por completo para la batalla.
Pía subió al caballo al que suavemente acarició el cuello, su ánimo levantado por la manifestación del milagro la conminó a entrar en batalla, su espada desenvainada, su escudo reflejando el sol del atardecer.
Luchamos contra aquellos que trataban de adelantarse a nuestra posición, y si la oportunidad lo permitía, rescatábamos a aquellos hermanos que se veían superados en habilidad por nuestros enemigos.
Felicidad sería relatar que no perdimos hermanos, pero no fue así, Micah fue alcanzado por flechas que lo tumbaron de su montura y antes de poder llegar vi como era asesinado por los trasgos y sus hachas y lanzas. Ninguno de sus asesinos sobrevivió.
Continuamos retrocediendo hacia nuestro destino, mientras nuestros hermanos que quedaron a la retaguardia del grupo de viajeros ya habían formado otra tercia que permanecía de guardia en espera de entrar en batalla. Pía se acercó al capitán de la guardia quien se había aproximado a nosotros escoltado por otros seis compañeros, quienes al verse tan rezagados emprendieron la carrera para renovar la barrera que estábamos formando. Todos tenían heridas de guerra, y aún así, su valor no disminuía en absoluto.
Pronto a nuestras espaldas escuchamos un cuerno de guerra, y todo se detuvo, los ataques de los trasgos, nuestros golpes de espadas y lanzas, el tiempo mismo parecía haberse detenido.
Jarrick y Quarry aparecieron detrás de las rocas que formaban una curva en el camino. Y detrás de ellos un contingente de al menos 20 hombres que pertenecían a la Orden formaron una línea bloqueando el camino. Siete de ellos se adelantaron unos diez metros, nosotros nos replegamos hacia ellos, los orcos y los trasgos se alineaban esperando el combate que ya casi al anochecer era inevitable.
Los siete se reunieron con el capitán de la guardia y con Pía quien estaba a lomos de su montura celestial. aquellos de nosotros que aún estaban en condiciones de pelear nos alineamos detrás de nuestros superiores de Orden. Los siete y el capitán desmontaron y se alinearon al frente del contingente, desenvainaron sus espadas y de rodillas apoyaron la punta de éstas el suelo.
"Compañero de armas, tiempo atrás en batalla perdido,
Espíritu noble de compromiso eterno, esperando por un nuevo aliento.
Aporta tu fuerza en esta batalla, bajo mi guía encarna de nuevo,
Se instrumento de la victoria, te llamo, tu deber cumplir una vez más ruego"
Tan diferente a la voz de Pía, cuando la oración era mencionada por un grupo y a coro se podía ver la mirada de temor de nuestros enemigos, y el desarrollo de eventos sobrenaturales guiados por Heironeous invadía el aire impulsando el valor de nuestras tropas.
Ocho grandes corceles de guerra hicieron su aparición frente a nosotros, su aura era una muestra del poder de aquel que nos guía en nuestro deber, y sus voces el instrumento de terror de nuestros enemigos. Los ocho caballeros montaron y a la instrucción del capitán de la guardia nos abalanzamos en tenaz combate.
Ese día nuevamente habíamos cumplido con nuestro deber.
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